domingo, 15 de marzo de 2009

veamos

Es como aquella primera vez que me dormí descansado y que te mentí para que me pudieras observar reposando y soñando con los ojos cerrados, un respirar profundo, un aliento de tarde, un sonido lejano y un recuerdo por siempre.
Ahora puedo decir que todo lo que está a mi alrededor me recuerda a tí porque tú eres todo mi mundo aunque suene repetitivo y sin sentido.
Como aquella vez que nos reímos tanto sin parar y sin una razón aparente, esa risa pendeja que me dobló a más no poder, cuando pensamos en el futuro y vimos que no teníamos las mismas ideas, que tú eras fuerte y yo débil sin oportunidad de crecer y decidir por mi propia voluntad.
Cuando mentimos de más al hablar de pensamientos, curiosidades, poniendo cierta atención que no venía al caso porque los dos ya nos estábamos cansando y entrecerrando los ojos.
Esos silencios incómodos que duran media hora, nos damos un minuto para preguntar cualquier tontería y volvemos a caer en la incomodidad del silencio para retomar la rutina pero sabemos que nos gusta y continuaremos haciéndolo porque es nuestra forma especial de comunicarnos.
Cierto enojo existe en tu mirada pero estúpidamente no entiendo a qué se deba, lo menos que quiero es tu enojo hacia mí porque ni siquiera podré saber el por qué de él, tal vez mañana o mucho tiempo después puedas platicarme la verdad de las cosas y entenderé tu sutil rechazo que me orilla a acercarme más sin que te des cuenta, poco a poco me ganaré tu confianza para demostrarte muchas cosas sinceras.

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